MI idioma el mejor

Ciencia o Costumbre?

Todos nos complacemos de lo maravilloso y rico que es nuestra lengua y nos admiramos de lo poco expresivas que son las demas en las que notamos la falta de expresiones y  términos para expresar conceptos tales como los de árbol o de animal, aunque se encuentren en ellas todas las palabras necesarias para un inventario detallado de las especies y de las variedades.  Y pensamos que hay  una supuesta incapacidad de los "primitivos" para el pensamiento impreciso, sin darnos cuenta que, omitímos otros ejemplos, que comprueban que la riqueza en palabras imprecisas no es patrimonio exclusivo de las lenguas civilizadas. Así, por ejemplo, la lengua chinook del noroeste de la América del Norte, usa palabras imprecisas para designar muchas propiedades o cualidades de los seres y de las cosas: "este procedimiento , es más frecuente que en cualquier otro lenguaje conocido . La proposición: el hombre malvado ha matado al pobre niño, en chinook se expresa así: la maldad del hombre ha matado a la pobreza del niño; y, para decir que una mujer utiliza un cesto demasiado pequeño: mete raíces de potentila en la pequeñez de un cesto para conchas.. En toda lengua, el discurso y la organización de las palabras proporcionan los recursos indispensables para suplir las lagunas del vocabulario. Y el carácter parcial del argumento mencionado en el parágrafo anterior queda claro cuando se observa  la situación inversa, es decir, aquella en que los términos muy generales predominan sobre las específicas, ha sido también aprovechada para afirmar la pobreza intelectual de los salvajes

De entre las plantas y los animales. el indio no nombra más que a las especies útiles o dañinas; las demás se clasifican, indistintamente, como pájaros, malayerba, etc.
Un observador más reciente parece creer, de manera semejante, que el indígena nombra y concibe solamente en función de sus necesidades: esta interesado solo en las plantas que a su entender son de su interes y lo demas son solo  "hierbajos" sin nombre ("sin utilidad") .
Sin embargo, esta indiferencia  se puede comparar con la que, en nuestra civilización, el especialista manifiesta respecto de los fenómenos que no pertenecen inmediatamente a su esfera de interés intelectual. Y cuando su colaboradora indígena le subraya que en Hawaii, "cada forma botánica, zoológica o inorgánica que se sabía que había recibido un nombre (que había sido personalizada) era... una cosa utilizada", se toma el trabajo de añadir: "de una o de otra manera", y precisa que si "una variedad ilimitada de seres vivos del mar y del bosque, de fenómenos meteorológicos o marinos, no tenían nombre", la razón era la de que no se les juzgaba "útiles o... dignos de interés", términos que no son equivalentes, puesto que uno se sitúa en el plano de lo práctico y otro en el de lo teórico. Lo que sigue diciendo el texto lo confirma, al reforzar el segundo aspecto a expensas del primero: "la vida, es la experiencia, cargada de significación exacta y precisa".
En verdad, la división  de conceptos  varía según cada lengua, el uso de términos más o menos imprecisos no es función de capacidades intelectuales, sino de los intereses desigualmente señalados y detallados de cada sociedad particular en el seno de la sociedad nacional: "subid al observatorio; cada estrella no es una estrella pura y simplemente, es la estrella (j del capricornio, es la Y del centauro, es la 1 de la osa mayor, etc., entrad en un picadero de caballos, cada caballo tiene su nombre propio, el Brillante, el Duende, el Fogoso, etcétera." Además, aun si la observación acerca de las llamadas lenguas primitivas, mencionada al comienzo de este capítulo, tuviese que entenderse al pie de la letra, no podríamos sacar en conclusión una carencia de ideas generales. Las palabras encino, haya, abedul, etc., no son menos palabras imprecisas que el término árbol, y, de dos lenguas, una de las cuales poseería solamente este último término y la otra lo ignoraría, en tanto que poseyera varias decenas o centenas de palabras para designar las especies y las variedades, sería la segunda, y no la primera, la que, desde este punto de vista, sería más rica en conceptos.

Como en las lenguas de oficios, la proliferación  de conceptos  corresponde a una atención más sostenida sobre las propiedades de lo real, a un interés más despierto a las distinciones que se pueden hacer. Este gusto por el conocimiento objetivo constituye uno de los aspectos más olvidados del pensamiento de los que llamamos "primitivos". Si rara vez se dirige hacia realidades del mismo nivel en el que se mueve la ciencia moderna, supone acciones intelectuales y métodos de observación comparables. En los dos casos, el universo es objeto de pensamiento, por lo menos tanto como medio de satisfacer necesidades.

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